Había sido un hombre orgulloso, un trabajador que durante años construyó su vida con esfuerzo. La casa en la que vivía, ubicada en las calles menos transitadas del norte del Gran Buenos Aires, había sido en su día su mayor logro. Una casa de clase media que había rozado el lujo en sus mejores épocas, ahora se veía atrapada en un lento y doloroso proceso de decadencia. Para Juan, la jubilación a sus 70 años, que otrora hubiera sido casi suficiente, apenas alcanzaba para los gastos más básicos. La electricidad, el gas, el agua y las tasas municipales se llevaban más de la mitad de su ingreso mensual. Durante meses, el temor de quedarse sin dinero lo consumió, hasta que un día, en medio de la desesperación, por los nuevos aumentos anunciados por el gobierno, tomó una decisión que nunca pensó que sería capaz de tomar. Con la ayuda de un amigo del barrio, que había sido empleado de la empresa proveedora, hizo una conexión clandestina al agua corriente. Al principio, el alivio ...