En una lujosa mansión de Nueva York, allá por el año 1929, vivía una familia acomodada que lo tenía todo. Entre sus posesiones más queridas estaba Timote, un pequeño chihuahua de pelo largo, traído desde México años atrás. El perro, cuyo nombre completo era Timoteo, era el rey de la casa y adoraba a sus dueños. Aunque sus días los pasaba correteando por los pasillos y tomando el sol, en su pequeño corazón latía una intuición que cambiaría el destino de su familia.
El destino de la familia Sherman
El dueño de Timote, el Sr. Howard Sherman, había pasado años construyendo su fortuna con cautela. Sin embargo, en los últimos meses, las noticias sobre las acciones de Montgomery Ward (una de las empresas que subía estrepitosamente en la bolsa) inundaban los diarios. Se decía que invertir en estas acciones era una apuesta segura para el éxito. Las acciones de la empresa estaban en pleno auge, y muchos ya se veían como millonarios.
Howard, como muchos otros, decidió arriesgar todo. En lugar de vender su casa, hipotecó su hogar familiar para liberar el dinero necesario y poder hacer la inversión. Estaba convencido de que, con la suerte que las acciones mostraban, en poco tiempo recuperaría el valor de la casa y mucho más. Sus planes eran claros: invertir todos sus ahorros en Montgomery Ward y otras acciones en alza, justo antes de la apertura del mercado el 24 de octubre de 1929, el día en que pensaba asegurar su fortuna.
El día decisivo y el acto heroico de Timote
El día decisivo llegó. Howard estaba listo para ir a la oficina de su corredor de bolsa y hacer la transacción que lo convertiría en un hombre muy rico. Su familia le deseó suerte mientras él, seguro de sí mismo, se ajustaba su sombrero y tomaba su maletín. Todo estaba perfectamente calculado. Sin embargo, al momento de salir por la puerta, Timote, con su fino olfato para el peligro, se lanzó hacia su dueño y le mordió con fuerza el tobillo, justo arriba del zapato.
La mordida de Timote fue tan sorpresiva que Howard cayó al suelo, soltando un grito de dolor. Al levantarse, Howard miró su tobillo, y con horror, vio que la mordida había perforado una vena. De la herida comenzó a brotar sangre de manera profusa, algo que no esperaba de una mordida de un perro tan pequeño. El dolor, la sorpresa y la sangre hicieron que Howard se detuviera de inmediato. —¡Maldito perro! —gritó, mientras su esposa y sus hijos acudían en su auxilio, tratando de calmar la situación.
Mientras la familia trataba de detener la hemorragia y calmar a Howard, el tiempo corría. La discusión sobre qué hacer duró más de lo esperado, y cuando finalmente Howard estuvo en condiciones de salir para realizar la transacción en la bolsa, ya era demasiado tarde para llegar a tiempo.
El colapso financiero
Con los ánimos encendidos y el tobillo aún dolorido, Howard decidió esperar hasta el día siguiente para hacer la inversión. Pero entonces, sucedió lo impensable. El 25 de octubre de 1929, la bolsa de valores de Nueva York colapsó. Las acciones que Howard estaba dispuesto a comprar, incluyendo Montgomery Ward, cayeron de manera estrepitosa hasta quedar casi en cero. La Gran Depresión había comenzado. Lo que un día antes parecía una fortuna garantizada, ahora era solo ruinas.
El Portal del Caos
Timote, con su instinto canino, o tal vez inspirado por alguna fuerza desconocida que lo guiaba —algunos la llamaban el Portal del Caos—, había evitado que su dueño perdiera todos sus ahorros en un solo movimiento. Howard, que hipotecó su casa y lo había apostado todo, se quedó con su hogar intacto gracias a la pequeña mordida de su fiel compañero. La trifulca de aquel día, que casi termina en desastre, le había salvado de la ruina. Con el tiempo, la familia empezó a ver a Timote como el verdadero salvador de la casa.
Reflexión Final
A veces, los instintos más simples, como los de un perro, pueden salvarnos de las decisiones más complicadas. En el caos de la bolsa, Timote actuó cuando nadie más lo habría hecho, demostrando que el destino —o fuerzas desconocidas como el Portal del Caos— tienen sus propias maneras de protegernos.