Los últimos años no habían sido fáciles para Henrique, un hombre de 50 años que vivía solo en una pequeña finca en las afueras de Santa Catarina, al sur de Brasil. Desde hacía más de una década, la región sufría los estragos de una sequía implacable, una de las peores de su historia. Las lluvias que antes regaban los campos con regularidad ahora eran solo un recuerdo distante. El cambio climático había trastocado el ciclo natural de la región, y el acceso a recursos básicos como agua, alimentos y electricidad se había vuelto cada vez más difícil. Para Henrique, sin embargo, la verdadera pesadilla no estaba afuera, sino dentro de su propia mente.
Las pesadillas de Henrique
Cada noche, desde hacía meses, Henrique tenía el mismo sueño. Se encontraba de pie en medio de su propiedad, mirando el horizonte seco y agrietado por la sequía. El viento soplaba con fuerza, levantando nubes de polvo que cubrían el cielo, bloqueando el sol. El pozo de agua se había secado, y los animales de la granja yacían inmóviles bajo el calor insoportable. En su sueño, Henrique caminaba hasta su despensa, pero la encontraba vacía. No había comida, no había agua. Solo un cuchillo viejo y oxidado sobre la mesa.
El hambre en el sueño era insoportable. Podía sentir cómo su estómago se retorcía y su cuerpo se debilitaba. Buscaba comida desesperadamente, pero todo lo que encontraba eran sombras y una sensación de desesperación. Al final del sueño, siempre veía la misma imagen: una mesa vacía, y él solo, rodeado de un silencio opresivo. El aire olía a polvo y humedad, como si algo se hubiera desmoronado en su interior.
Una paranoia creciente
Esa sensación lo perseguía incluso cuando despertaba, sudando y jadeando, con la impresión de que el hambre nunca lo dejaría. Henrique había sobrevivido a muchas dificultades en su vida, pero la idea de quedarse sin comida, sin agua, lo aterraba más que cualquier cosa. Se había vuelto obsesivo con su despensa, almacenando alimentos enlatados, carne conservada y racionando el agua con una precisión casi maniática.
Pero algo más estaba sucediendo. Los sueños comenzaban a influir en su vida diaria. El hambre que sentía en sus pesadillas lo seguía durante el día. No importaba cuánto comiera, siempre tenía esa sensación de vacío en el estómago. Los informes de los noticieros sobre el cambio climático, la sequía y la crisis energética no hacían más que aumentar su paranoia. La región de Santa Catarina, conocida por su rica agricultura, había sufrido devastadoras sequías desde 2019. Los apagones se volvieron comunes, y cada vez que se cortaba la electricidad, Henrique entraba en pánico. Temía que lo que soñaba no fuera solo un sueño, sino una premonición de lo que estaba por venir.
El Portal del Caos
Una noche, la pesadilla cambió. Esta vez, cuando Henrique entró a la despensa en su sueño, ya no estaba vacía. La mesa estaba llena de alimentos, pero todo estaba cubierto de polvo. Y al final de la mesa, lo vio: una sombra vagamente humana, que lo miraba con ojos vacíos. Henrique intentó gritar, pero de su boca no salió ningún sonido. La misma voz siempre aparecía al final del sueño: “Sobrevivirás. A cualquier costo”.
Esa noche, Henrique no despertó inmediatamente. En cambio, la voz continuaba resonando en su cabeza, repitiendo las mismas palabras. Sintió que algo lo observaba desde las sombras, una presencia invisible, que lo había estado preparando para este momento. El Portal del Caos estaba allí, en algún lugar más allá de lo visible, acechándolo.
El colapso final
La paranoia se apoderó de Henrique por completo. Empezó a aislarse aún más. Bloqueó las puertas y ventanas de la casa, almacenando aún más comida y agua, preparándose para el colapso que sentía que era inminente. Los pocos vecinos que le quedaban comenzaron a evitarlo, hablaban de cómo se estaba volviendo loco. Pero Henrique no podía confiar en nadie. Sabía que, llegado el momento, tendría que depender únicamente de sí mismo.
El último golpe llegó cuando un corte de energía dejó su casa sin electricidad durante tres días. El generador se rompió y Henrique se quedó solo en la oscuridad, con la mente llena de imágenes de su granja vacía y la sensación de estar al borde del colapso. En su delirio, caminó hasta su despensa y vio los alimentos almacenados, pero en su mente todo se veía polvoriento, inservible, como si estuviera atrapado en un ciclo interminable de necesidad y privación.
Lo que sucedió después fue algo que Henrique nunca contaría. Los vecinos notaron su ausencia por varios días, y cuando finalmente se acercaron a la granja, lo encontraron sentado en el porche, cubierto de suciedad y con una sonrisa extraña en su rostro. No hablaba, no respondía. Lo llevaron al hospital más cercano, pero nadie podía entender lo que había pasado.
Las autoridades entraron en la casa y lo que encontraron fue una despensa meticulosamente organizada, llena de alimentos bien conservados. Sin embargo, Henrique no parecía capaz de alimentarse ni de salir de su estado de aislamiento mental. Había llegado al borde de la paranoia, consumido por sus propios miedos, atrapado en una realidad donde la supervivencia era su única preocupación.
Reflexión Final
El miedo a quedarse sin recursos puede llevar a las personas a límites insospechados. Henrique fue llevado al borde de la paranoia por una serie de eventos que lo desconectaron de la realidad. En su búsqueda por sobrevivir a cualquier costo, había perdido lo más esencial: su paz interior. El Portal del Caos lo había estado preparando, susurrando en sus sueños, enseñándole que el verdadero peligro no estaba afuera, sino dentro de él mismo.
Contexto Histórico (2018-2023)
Entre 2019 y 2023, el sur de Brasil, incluida la región de Santa Catarina, experimentó una de las peores sequías de su historia. El cambio climático, junto con la deforestación y los fenómenos meteorológicos extremos, alteró los ciclos naturales de lluvia en esta región agrícola clave. Los agricultores enfrentaron enormes dificultades para mantener sus cosechas, y el acceso a agua y electricidad se volvió inestable debido a los apagones y la falta de recursos hídricos. Esta crisis provocó una sensación generalizada de incertidumbre y vulnerabilidad en las comunidades rurales, llevándolos a depender de sus reservas y a temer por su autosuficiencia.